Dos de la tarde de un día cualquiera. Primer día de
cinco maravillosos. El curso de cuarto aguardábamos en la terminal número dos
con destino Orly, Paris. Francia. Los nervios y la euforia se iban apoderando
de todos nosotros cual mariposa antes de salir de su capullo.
Asignamos los asientos. Pusimos rumbo al nuevo país, la
nueva ciudad. Y no pensábamos en otra cosa más que en las habitaciones, la
aventura, el qué haríamos después de cenar, mañana, pasado y al otro.
Llegamos al hotel, cada uno pagó la fianza solicitada y
nos apresuramos a recibir nuestra tarjeta de habitación. Nos asentamos al fin
en nuestro nuevo hogar y un autobús vino a recogernos para cenar en la calle
Rivoli.
A la mañana siguiente todo el mundo deseaba empezar oficialmente
con la aventura. Era nuestro primer día en París, y ya íbamos a ir a Disney.
Como fue lo estimado, nos divertimos hasta más no poder. Teníamos acceso a los
dos parques además de la posibilidad de acceder al Disney Studio. La magia se
hizo con todos nosotros sin exceptuar a ninguno. Nos sentimos como aquellos
críos que solo querían ver a los mejores personajes de dibujos animados. Aquellos que soñaban con poder abrazar a
Mickey mientras se hacía una foto con nosotros. Esa foto que guarda el recuerdo
para siempre. Que jamás olvidaríamos.
Y a las seis de la tarde, tras la preciosa cabalgata de
carrozas, asistimos al punto de queda para acudir a la cena. Esta vez, en el
Flunch. Una noche parisina a la luz de la luna, junto a la gente a la que
quieres, no hay nada mejor.
Nuevo día en el hotel. En la ciudad del amor. La
belleza acogía todas las esquinas sin excepción de ninguna. Esta vez,
visitaríamos Notre Dame. Incluyendo sus múltiples escaleras. Montmartre, y sus
maravillosas vistas al unísono de todos los artistas de la plaza. Pero, cómo
olvidar a ese emblemático trozo de hierro. La bellísima Torre Eiffel. Fue una
visita excepcional. A pesar del disgusto que nos llevamos tras no poder subir a
ella. Cambio de planes. El Bateaux Mouches debía esperar una noche más. Toda la
iluminación de la bella París se hacía de rogar.
No habíamos hecho más que comenzar. Y aún nos quedaban
dos días más. No podíamos marchar sin antes la ópera no visitar. Tarde libre en
el parque, junto a los amigos en cualquier parte. Largas horas frente al
Louvre, hicieron apagar la luz.
El crucero nos esperaba desde la noche anterior. Y
pudimos acudir junto a miles de chinos al maravilloso recuerdo que aún se
conserva en todos nosotros. Fue magnífico poder concebir aquella ciudad después
de haberla visitado todos juntos, con toda la iluminación encendida bajo la luz
de la luna.
Ya acababa todo aquello. Tan solo nos quedaba un día
más. Acudiríamos al famoso Museo del Louvre. Y tras almorzar, pondríamos rumbo
a Madrid, con destino al aeropuerto.
Tan solo me queda decir una cosa, “Puede ser una
cursilada, pero una bellísima ciudad, como lo es París, se pudo convertir en un
grandísimo recuerdo, que verdaderamente fuimos capaces de descubrir todos
juntos.”
Ana Belén nos dijo una vez… “para mí es que ya sois como mis hijos” pues desde aquí te digo, que gracias a ti, a Nona, a Inés, y a Jesús, nos habéis hecho sentir parte de una segunda familia. Todo el apoyo que mostrasteis, nos hizo ver en apenas esos cinco días, que lo daríais todo por nosotros. Y así se reflejó en vuestra pelea bajo el techo del hotel. Tal vez llegase a ser enfrentamiento, o quizá guerra civil, eso ya está al juicio de todos. Pero la verdad, es que no me equivoco si pongo la mano en el fuego, al decir lo siguiente. Nona e Inés, todo el cariño que nos habéis dado, ha sido de verdad, quiero decir… tal vez en la trayectoria del curso, hayamos tenido nuestros pros y contras dentro de la clase, pero en realidad, sé que ninguna de vosotras, sería capaz de olvidarnos. Jesús, que tal vez en tus chistes, solo le encuentres tú la gracia, pero de todo corazón te digo, que sin ti, los hubiésemos echado de menos. Puede que te hagas de rogar en ciertas ocasiones con tus toques cómicos, pero sé que al igual que ellas, jugaste a hacer el papel de papá durante esos días, y que en cualquier ocasión estarías disponible para cualquiera de nosotros. Pero no puedo quitarle protagonismo a Ana Belén, nuestra queridísima Ana. Sé que no te gusta que te hagan llorar, pero de verdad, que cuando te agradecemos todo lo que haces por nosotros, o te decimos lo mucho que te queremos como tutora, no lo hacemos con esa intención, lo hacemos porque queremos demostrarte de verdad, lo muchísimo que has hecho por nosotros, y pude verlo perfectamente cuando a la hora de enfrentarse ante los franceses, supiste defendernos hasta más no poder, sin importar lo demás, a pesar de estar derrumbándote por dentro, no dejaste que pudiesen contigo, porque decidiste levantarte, y no caer. Así que creo que no me quedan más palabras para decir, que por favor, nunca cambies, porque como tutora, eres la mejor, y ya no es por piropear, como profesora, estricta pero justa, pero como persona no tienes precio.
"Un autre pays, une ville nouvelle, une mèmorie à conserver."