¿No entiendes lo que pone?

miércoles, 8 de octubre de 2014

Destino y azar.

"Decía un amigo mío que las casualidades no existen. Que todo está escrito entre las nubes y las estrellas con tinta invisible. Que las personas van mezclándose en las páginas de las historias de otras personas para compartir y protagonizar un guión ya establecido. Mi amigo decía que todos somos actores principales y también actores secundarios, según la parte de la película en la que nos encontremos. Es una bonita manera de hablar del destino. ¿No creéis?"

He querido empezar con este fragmento de ¿Puedo soñar contigo? Escrito por Francisco de Paula bajo su seudónimo Blue Jeans, porque precisamente da pie al tema que me gustaría tratar: El destino y el azar comprendiendo así, todo tipo de derivación que este polémico asunto trae consigo.

Después de un tiempo dándole vueltas a lo mismo, viendo muchas películas que tratan el tema desde perspectivas distintas, creo que he sido capaz de forjar una fiel opinión al respecto. Personalmente no puedo afirmar ni negar la existencia de un destino, pues no tengo conocimiento alguno sobre ello. Pero sí tengo la libre elección de pensar que la vida que lleva cada uno es causa de sí mismo, sin referirme a lo que las circunstancias limitan. Es decir, una persona que ha nacido en el tercer mundo lógicamente no ha tenido tal elección, al igual que cualquiera de nosotros. Pero, refiriéndome ya más allá de las circunstancias, no me gusta pensar que nacemos con una vida ya planeada, con un guión previamente escrito por otro autor que no somos nosotros mismos, cuando precisamente, debemos ser los protagonistas de esas líneas. Prefiero tomar la vida como una sucesión de acontecimientos y casualidades, de sentimientos reales y de decisiones propias que terminan reflejándose en su totalidad, como un aprendizaje puramente personal, en el que desde luego, se abre paso al azar.

Hablando de lo aleatorio, de las casualidades y la suerte, me pregunto si habéis oído hablar sobre la teoría del caos. La frase insignia de esta, dice: "El aleteo de una mariposa en Australia, puede crear un tornado en América". Cualquier suceso viene dado por una serie de pequeñas, e incluso minúsculas, casualidades que no duran a penas un segundo. Sin embargo, sin granitos de arena no se crearían castillos de esta. Si faltase un mínimo detalle, el resultado se vería alterado notablemente. Esto me hizo pensar que si en algún momento diésemos por cierta la existencia de un destino, no podría darse sin una relación de libre albedrío. El hecho de que cualquier mínimo detalle modificado altere el resultado, podría asemejarse a la facultad humana de decisión. El ser puede decidir alterar ese destino ya escrito sobre sí mismo, en base a sus propias elecciones: qué hacer, de qué manera, hacia dónde ir, qué perseguir… todos son factores que pueden variar la historia de una misma persona, si se modifican en cierta medida.

En mi opinión el destino está en cada uno. Aunque la gente piense lo contrario, somos nosotros quienes tomamos las decisiones de la vida que se nos presenta, y no una fuerza sobrenatural que provoca un giro en la realidad en base a nuestras necesidades para hacer cumplir cada deseo particular. Al menos eso me gusta creer. De igual manera, considero que todas las opiniones son válidas. No hay ninguna que sea la cierta, la general. Realmente ante algo desconocido, la creencia puede ser muy dispar, pues no se trata más que de otra cuestión personal.

En resumidas cuentas la idea de destino, sirve como excusa o respuesta a todas las preguntas que se nos plantean. Preferimos otorgarle la explicación de nuestros hechos a una fuerza sobrenatural que funcione como nuestra salvaguarda. Sin embargo, no es más que una determinación particular bajo ningún fundamento empírico. Lo cierto es que ante la incertidumbre, siempre he preferido el azar a la revelación de los hechos futuros. Será porque, de esta manera, no se desvela ningún dato que me condicione a la hora de tomar decisiones o de actuar cotidianamente, y me permite desarrollar mi vida de una manera totalmente normal, como siempre lo ha sido.

Me gustaría hacer referencia a una película que vi hace tiempo (Destino oculto) que precisamente plantea la posibilidad de “vencer” al destino que se nos ha otorgado, basándonos en el libre albedrío. La trama a fin y al cabo no es tan relevante como la idea que pretende darse, o al menos, la que he conseguido desligar del contenido. Que es que, independientemente de que exista o no esa determinación que es el destino, se plantea la posibilidad de que el ser humano luche por su libertad bajo un mundo lleno de condiciones influenciables, en el que “los que mandan son los de arriba, según el plan establecido”.

Pese a que creo que he dejado clara mi postura, en conclusión, me gustaría terminar diciendo que el único factor controlador de nuestro propio destino, somos nosotros mismos. Independientemente de que se crea o no en esa determinación, no deberíamos guiarnos por esa creencia. A fin de cuentas la gente que tiene fe en el asunto, termina por pensar que cualquier equivocación desviadora a lo largo de su vida, se atajaría con el fin de redireccionar de nuevo a cada errante hacia su propio destino, el cual ha de estar previamente escrito y planeado por ciertos superiores. Sin embargo, a mí al igual que a muchos otros, esta idea de la existencia de una fuerza controladora, siempre superior, entendida incluso como mejor, no termina de prosperar. Quizá sea incorrecto denominarme “más humana” por pensar que yo misma soy capaz de tomar mis propias decisiones, sin resultar necesario un supervisor que me indique si voy por el camino correcto. Pero es que, ¿cuántas veces se nos ha dicho que de los errores se aprende? Que tras cada caída, se ve necesario un ascenso. Una vida sin errores de los que aprender, carecería de sentido. La existencia de esos supervisores garantizaría una redirección hacia el “buen” camino, pero no un aprendizaje a posteriori que nos hiciese valorar realmente la propia vida.


Personalmente considero que la vida es una simple consecución de hechos y casualidades, de alternativas infinitas que pueden variar ciertas cosas pese a resultar ser mínimos detalles. Al fin y al cabo, el aleteo de una mariposa es tan simple como complejo y puede incluso llegar a provocar un gran impacto.

miércoles, 16 de abril de 2014

Y si todo fuera distinto..

Hace tanto tiempo que no me siento aquí, frente al ordenador, para simplemente reflexionar… ya no recuerdo ni la última vez que me sinceré con vosotros. Pero he de excusarme a causa de los estudios. Estoy en una etapa decisiva, soy casi pre-universitaria -y digo casi, porque aún no he finalizado la etapa que está aún por cerrarse, el colegio- todo el esfuerzo que dedique ahora, se verá reflejado más adelante, estoy segura. Así que espero que podáis disculparme, pero lo primero es lo primero.

En estos últimos días, he estado dándole vueltas a una cuestión que francamente me preocupa… o más bien, que me resulta curiosa. Pero antes quiero de alguna manera, situaros, para luego poder tratar el tema con mayor profundidad.

Sube al tren, disfruta de la vida
Así de primeras, la vida parece algo sencillo, ¿no? se nace, se vive y se muere. Para algunos no tendrá mayor trascendencia que esta, el existir. Quizás, y solo quizás, vivan en un absoluto deje, e ignorancia que envuelva todo lo que para ellos conforma la vida. Quizás eviten compromisos, ahorren esfuerzo y a su vez, desperdicien talento. Aunque así se perderían gran cantidad de alegrías y tristezas que la vida misma te brinda con un único fin, vivir. Entendiendo esta sencilla palabra como aprendizaje, disfrute y felicidad. Pero personalmente me cuesta creer que alguien sea incapaz de ver lo maravillosa que es esta experiencia, sin pararse a pensar de dónde venimos, o a dónde vamos, o sencillamente, por qué estamos aquí. Para vivir no requerimos saber ninguna de esas tres cosas, ¿o sí? De todas maneras esa no era la cuestión que venía a tratar. Centrémonos en lo verdaderamente importante: el desarrollo de esa vida.

Siempre que viajo en transporte público me gusta fijarme en la gente. A veces incluso jugueteo con mi sorprendente imaginación y, partiendo de una sola apariencia, soy capaz de forjarle una vida entera a ese a quien pueda estar observando. Pero más allá de eso la cuestión que se me plantea es, ¿qué son esas personas para mí? Es decir, ¿qué son capaces de aportar a mi vida? Simplemente son compañeros de vagón, o de asiento, bajo el mismo techo, en la misma ciudad. ¿Pero debe de quedarse ahí? No sé, a veces me “angustia” en cierta medida el hecho de que, pueda llegar a morir sin haber conocido a mucha gente que seguramente merezca la pena. Cuando quizás, habiendo nacido en un entorno completamente distinto, las cosas podrían haber resultado de otra manera.

Tampoco pretendo decir que lo idóneo sería conocer a cada una de las millones y millones de personas que habitamos la Tierra, dado que es imposible y que probablemente no pueda ni tan si quiera cruzarme con la mitad. Pero sí me gustaría plantear que cada vez que vayamos a algún lugar, que estemos rodeados de tantas personas y posiblemente lo único que se comparta además de oxígeno sea silencio, podamos replantearnos esto, porque a lo mejor esa persona que tenemos al lado puede hacernos cambiar en cualquier aspecto y quizás por el simple motivo de tener sueño, que un lunes por la mañana siempre nos desagrada, nos quedemos sin la oportunidad de conocerla.

Supongo que escribo esto con el fin de que alguien entienda lo que pretendo decir. Es materialmente imposible conocer a absolutamente todas las personas que nos rodean día a día. El inconveniente que tiene la vida, es que tiene fecha de caducidad, por algo nos dicen que vivamos el presente, sin recrearnos en el pasado ni anticiparnos en el futuro. Pero si de alguna manera pudiésemos dar un giro a esa rutina que nos suele perseguir, con tan sólo conocer a una de esas personas con las que compartimos viajes de ida, o de vuelta, ¿no creéis que sería curioso probarlo? A veces las miradas hablan lo que nuestra boca calla. 

El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas, pero seguimos siendo pasajeros de esta historia, la vida.