"Decía un amigo mío que las
casualidades no existen. Que todo está escrito entre las nubes y las estrellas
con tinta invisible. Que las personas van mezclándose en las páginas de las
historias de otras personas para compartir y protagonizar un guión ya
establecido. Mi amigo decía que todos somos actores principales y también
actores secundarios, según la parte de la película en la que nos encontremos.
Es una bonita manera de hablar del destino. ¿No creéis?"
He
querido empezar con este fragmento de ¿Puedo
soñar contigo? Escrito por Francisco de Paula bajo su seudónimo Blue Jeans, porque precisamente da pie
al tema que me gustaría tratar: El
destino y el azar comprendiendo así, todo tipo de derivación que este
polémico asunto trae consigo.
Después
de un tiempo dándole vueltas a lo mismo, viendo muchas películas que tratan el
tema desde perspectivas distintas, creo que he sido capaz de forjar una fiel
opinión al respecto. Personalmente no puedo afirmar ni negar la existencia de
un destino, pues no tengo conocimiento alguno sobre ello. Pero sí tengo la
libre elección de pensar que la vida que lleva cada uno es causa de sí mismo,
sin referirme a lo que las circunstancias limitan. Es decir, una persona que ha
nacido en el tercer mundo lógicamente no ha tenido tal elección, al igual que
cualquiera de nosotros. Pero,
refiriéndome ya más allá de las circunstancias, no me gusta pensar que nacemos
con una vida ya planeada, con un guión previamente escrito por otro autor que
no somos nosotros mismos, cuando precisamente, debemos ser los protagonistas de
esas líneas. Prefiero tomar la vida como una sucesión de acontecimientos y
casualidades, de sentimientos reales y de decisiones propias que terminan
reflejándose en su totalidad, como un aprendizaje puramente personal, en el que
desde luego, se abre paso al azar.
Hablando
de lo aleatorio, de las casualidades y la suerte, me pregunto si habéis oído hablar
sobre la teoría del caos. La frase insignia de esta, dice: "El aleteo de una mariposa en Australia, puede crear un tornado en
América". Cualquier suceso viene dado por una serie de pequeñas, e
incluso minúsculas, casualidades que no duran a penas un segundo. Sin embargo,
sin granitos de arena no se crearían castillos de esta. Si faltase un mínimo
detalle, el resultado se vería alterado notablemente. Esto me hizo pensar que
si en algún momento diésemos por cierta la existencia de un destino, no podría
darse sin una relación de libre albedrío. El
hecho de que cualquier mínimo detalle modificado altere el resultado, podría
asemejarse a la facultad humana de decisión. El ser puede decidir alterar ese
destino ya escrito sobre sí mismo, en base a sus propias elecciones: qué hacer,
de qué manera, hacia dónde ir, qué perseguir… todos son factores que pueden
variar la historia de una misma persona, si se modifican en cierta medida.
En
mi opinión el destino está en cada uno. Aunque la gente piense lo contrario, somos
nosotros quienes tomamos las decisiones de la vida que se nos presenta, y no
una fuerza sobrenatural que provoca un giro en la realidad en base a nuestras
necesidades para hacer cumplir cada deseo particular. Al menos eso me gusta
creer. De
igual manera, considero que todas las opiniones son válidas. No hay ninguna que
sea la cierta, la general. Realmente ante algo desconocido, la creencia puede
ser muy dispar, pues no se trata más que de otra cuestión personal.
En
resumidas cuentas la idea de destino, sirve como excusa o respuesta a todas las
preguntas que se nos plantean. Preferimos otorgarle la explicación de nuestros
hechos a una fuerza sobrenatural que funcione como nuestra salvaguarda. Sin
embargo, no es más que una determinación particular bajo ningún fundamento
empírico. Lo
cierto es que ante la incertidumbre, siempre he preferido el azar a la revelación
de los hechos futuros. Será porque, de esta manera, no se desvela ningún dato
que me condicione a la hora de tomar decisiones o de actuar cotidianamente, y
me permite desarrollar mi vida de una manera totalmente normal, como siempre lo
ha sido.
Me
gustaría hacer referencia a una película que vi hace tiempo (Destino oculto) que precisamente plantea
la posibilidad de “vencer” al destino que se nos ha otorgado, basándonos en el
libre albedrío. La trama a fin y al cabo no es tan relevante como la idea que
pretende darse, o al menos, la que he conseguido desligar del contenido. Que es
que, independientemente de que exista o no esa determinación que es el destino,
se plantea la posibilidad de que el ser humano luche por su libertad bajo un
mundo lleno de condiciones influenciables, en el que “los que mandan son los de
arriba, según el plan establecido”.
Pese
a que creo que he dejado clara mi postura, en conclusión, me gustaría terminar
diciendo que el único factor controlador de nuestro propio destino, somos
nosotros mismos. Independientemente de que se crea o no en esa determinación,
no deberíamos guiarnos por esa creencia. A fin de cuentas la gente que tiene fe
en el asunto, termina por pensar que cualquier equivocación desviadora a lo
largo de su vida, se atajaría con el fin de redireccionar de nuevo a cada
errante hacia su propio destino, el cual ha de estar previamente escrito y
planeado por ciertos superiores. Sin embargo, a mí al igual que a muchos otros,
esta idea de la existencia de una fuerza controladora, siempre superior,
entendida incluso como mejor, no termina de prosperar. Quizá sea incorrecto
denominarme “más humana” por pensar que yo misma soy capaz de tomar mis propias
decisiones, sin resultar necesario un supervisor que me indique si voy por el
camino correcto. Pero es que, ¿cuántas veces se nos ha dicho que de los errores
se aprende? Que tras cada caída, se ve necesario un ascenso. Una vida sin
errores de los que aprender, carecería de sentido. La existencia de esos
supervisores garantizaría una redirección hacia el “buen” camino, pero no un
aprendizaje a posteriori que nos hiciese valorar realmente la propia vida.
Personalmente
considero que la vida es una simple consecución de hechos y casualidades, de
alternativas infinitas que pueden variar ciertas cosas pese a resultar ser mínimos
detalles. Al fin y al cabo, el aleteo de una mariposa es tan simple como
complejo y puede incluso llegar a provocar un gran impacto.