Hace tanto tiempo que no
me siento aquí, frente al ordenador, para simplemente reflexionar… ya no
recuerdo ni la última vez que me sinceré con vosotros. Pero he de excusarme a
causa de los estudios. Estoy en una etapa decisiva, soy casi pre-universitaria -y
digo casi, porque aún no he finalizado la etapa que está aún por cerrarse, el
colegio- todo el esfuerzo que dedique ahora, se verá reflejado más adelante,
estoy segura. Así que espero que podáis disculparme, pero lo primero es lo
primero.
En
estos últimos días, he estado dándole vueltas a una cuestión que francamente me
preocupa… o más bien, que me resulta curiosa. Pero antes quiero de alguna
manera, situaros, para luego poder tratar el tema con mayor profundidad.
Sube al tren, disfruta de la vida |
Así
de primeras, la vida parece algo sencillo, ¿no? se nace, se vive y se muere.
Para algunos no tendrá mayor trascendencia que esta, el existir. Quizás, y solo
quizás, vivan en un absoluto deje, e ignorancia que envuelva todo lo que para
ellos conforma la vida. Quizás eviten compromisos, ahorren esfuerzo y a su vez,
desperdicien talento. Aunque así se perderían gran cantidad de alegrías y
tristezas que la vida misma te brinda con un único fin, vivir. Entendiendo esta sencilla palabra como aprendizaje,
disfrute y felicidad. Pero personalmente me cuesta creer que alguien sea
incapaz de ver lo maravillosa que es esta experiencia, sin pararse a pensar de
dónde venimos, o a dónde vamos, o sencillamente, por qué estamos aquí. Para
vivir no requerimos saber ninguna de esas tres cosas, ¿o sí? De todas maneras
esa no era la cuestión que venía a tratar. Centrémonos en lo verdaderamente
importante: el desarrollo de esa vida.
Siempre
que viajo en transporte público me gusta fijarme en la gente. A veces incluso
jugueteo con mi sorprendente imaginación y, partiendo de una sola apariencia, soy capaz de forjarle una vida entera a ese a quien pueda estar observando. Pero
más allá de eso la cuestión que se me plantea es, ¿qué son esas personas para
mí? Es decir, ¿qué son capaces de aportar a mi vida? Simplemente son compañeros
de vagón, o de asiento, bajo el mismo techo, en la misma ciudad. ¿Pero debe de
quedarse ahí? No sé, a veces me “angustia” en cierta medida el hecho de que, pueda
llegar a morir sin haber conocido a mucha gente que seguramente merezca la
pena. Cuando quizás, habiendo nacido en un entorno completamente distinto, las cosas
podrían haber resultado de otra manera.
Tampoco
pretendo decir que lo idóneo sería conocer a cada una de las millones y
millones de personas que habitamos la Tierra, dado que es imposible y que
probablemente no pueda ni tan si quiera cruzarme con la mitad. Pero sí me
gustaría plantear que cada vez que vayamos a algún lugar, que estemos rodeados
de tantas personas y posiblemente lo único que se comparta además de oxígeno
sea silencio, podamos replantearnos esto, porque a lo mejor esa persona que
tenemos al lado puede hacernos cambiar en cualquier aspecto y quizás por el
simple motivo de tener sueño, que un lunes por la mañana siempre nos desagrada,
nos quedemos sin la oportunidad de conocerla.
Supongo
que escribo esto con el fin de que alguien entienda lo que pretendo decir. Es
materialmente imposible conocer a absolutamente todas las personas que nos
rodean día a día. El inconveniente que tiene la vida, es que tiene fecha de
caducidad, por algo nos dicen que vivamos el presente, sin recrearnos en el
pasado ni anticiparnos en el futuro. Pero si de alguna manera pudiésemos dar un
giro a esa rutina que nos suele perseguir, con tan sólo conocer a una de esas
personas con las que compartimos viajes de ida, o de vuelta, ¿no creéis que
sería curioso probarlo? A
veces las miradas hablan lo que nuestra boca calla.
El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas, pero seguimos siendo pasajeros de esta historia, la vida.
El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas, pero seguimos siendo pasajeros de esta historia, la vida.