Solo ha pasado un día. Ni si quiera eso. Para mí han
transcurrido tan solo unas horas desde que abandoné el aeropuerto del Prat,
allí en Barcelona. Y ya echo de menos a tanta gente…
¿Es posible querer a tantísima gente en tan poquito tiempo?
Es irónico incluso.
Pocos días y tantos recuerdos. Tantísimas risas y lágrimas
en un mismo momento. Todo y nada que decir a la vez. Recogidos en una simple
ciudad. Nuestro gran recuerdo, Barcelona.
Primer día, futuros periodistas, redactores en el
Murciélago, nos dirigíamos a la maravillosa y emblemática ciudad de Barcelona. Pusimos
rumbo a la puerta de embarque, ya en la terminal. Estaba todo controlado. DNI y
tarjeta de embarque, en mano de todos. Asientos asignados, y bolso de Bea
controlado, a excepción de un último susto a causa de la falsa pérdida de su
monedero, recuperado por Andrés.
Fin del trayecto. Habíamos llegado al aeropuerto del Prat, Barcelona. Todo era euforia, gritos y risas. Ansias de comprar ya los “Toffifees” de Bea, claro está. Llegamos al albergue, asignamos las habitaciones y deshicimos el equipaje. Más tarde, tras haber estado subiendo escaleras varias, las cuales no acababan nunca, tuvimos el privilegio de ir al Parque Güell. Al final mereció la pena tanto sufrimiento. Para mí, al igual que para los míos, es un gran y bonito recuerdo. Allí grabamos Frank de la jungla con la colaboración del auténtico Frank, (nuestro queridísimo Fernando), y su compañero Carlos, nuestro queridísimo David y el mismo Frank, según nuestro maravilloso cámara. Una tarde llena de sonrisas, fotos y ese irónico agradable sonidito que se escuchaba en todo el recinto sin olvidarse de ninguna de las zonas que maravillaban aquel lugar.
Jueves, ansiosos de comenzar con las jornadas, bajamos a
desayunar todos juntos. Lo recuerdo perfectamente. Cada uno con su bandeja
correspondiente, y lo que su apetito le ordenase coger. Zumo, café o cola cao.
Era como si a cada uno de nosotros se le hubiese asignado una función. Bea, su
café. David, pendiente de los inocentes que pensaban que aún quedaba leche en
las dos jarras que se habían agotado. Fernando, sus galletas. Jorge, sus zumos.
Andrés, que siempre le sobraban las ganas de tomar pan. Y yo, que me habían
ordenado traer las cucharillas de los más olvidadizos, comenzando por Bea,
claro está.
Al igual que todo
buen periodista, tuvimos que acudir a las jornadas realizadas en el congreso.
Recoger información, estar pendiente a cualquier detalle de revistas ajenas, y
escuchar largas experiencias de otros colegios al igual que las nuestras, fue
nuestra labor durante esos tres días en Barcelona. Dimos paso a las entrevistas, a cada cual mejor. Isidoro
escogía a los “afortunados” y de ahí, surgía la maravilla. Nuestra misión: “Dejar
boquiabierto a cualquiera con nuestras mejores preguntas”. No fue muy difícil
sabiendo la experiencia periodística que corre por nuestras venas, gracias a
Isidoro, Roberto y las facilidades que presenta nuestro centro, claro está.
Todos necesitábamos reponer fuerzas ¿la mejor manera?
Descanso para comer. Dos de nosotros, debían ir a por el primer y segundo
plato. Encargándose a su vez, de que la botella estuviese presente y que todos
tuviésemos para comer.
Todos nosotros nos dirigimos a un pequeño pero acogedor
lugar, donde nos sirvieron unos sabrosos aunque caros paninis para nuestros
bolsillos.
Creo y no me arriesgo si digo, que todos recordamos aquella noche a
la perfección. Y no había hecho más que comenzar. Al regresar al albergue, acabamos
jugando al escondite. Decidimos retroceder en el tiempo. Retroceder a cuando
éramos tan solo unos críos. Cuando nuestra única preocupación era elegir un
color con el que pintar. Después de todo aquello, decidimos subir a la TV room. Solo hacían falta,
ganas, falta de sueño y unos cuantos amigos. ¿Lo imprescindible? Unas cartas. Creo
que todos recordamos aquella noche, jugando al HP. Entre risas, palabras
prohibidas e idioteces, acabamos la noche con una despedida calurosa, vestidos
en pijama.
Viernes por la mañana. Mismo proceso que el día anterior.
Tal vez, algo más cansados debido a la juerga de la noche anterior. Pero nada
que unos buenos cereales y un café no pudiesen aliviar. Nos tocaba presentar
nuestro nuevo proyecto. El periódico digital. La exposición se desencadenó a la
perfección. Cada uno dijo su guion imaginario al pie de la letra. E Isidoro no
habló más de la cuenta. Todo terminó con el as de nuestra redacción.
Fernandito. El periodista más joven pero más valiente de todos nosotros, quien
dejó a Pepe, entre otros muchos, boquiabierto con sus preguntas. Las jornadas
habían finalizado. Entrevistas y más entrevistas. Pepe, fue el elegido número
uno. Todas ellas, fueron grabadas y mostradas más tarde en nuestros blogs,
realizados durante las mismas jornadas, por nuestro equipo de redacción y las
revistas más colaboradoras durante esos tres días. Esa misma tarde, acudimos a
la cadena ser, allí en Barcelona. Nos habían invitado en “La Ventana ”, como segundo año consecutivo. Hace un año, todos
nosotros, fuimos a ver cómo participaba Roberto en uno de sus concursos, allí
en el programa. Este año, la experiencia se repitió una vez más.
Con
Fernandito, quien concursó y ganó. Y con David, quien fue interrogado por la
auténtica Ienma Nierga, sobre Marilyn Monroe. Tras esa maravillosa estancia en
la radio, acudimos al Dunkin Coffee tan rápido como sopla el viento. Debíamos
continuar con la tradición. Habíamos prometido a nuestros compañeros y amigos
Ignacio y Miguel Ángel, comprar una caja de donuts en su honor y tras haber
degustado lentamente esa delicia prohibida, pudimos ir al Maremágnum una vez
más. Fotos, risas y grandes anécdotas que contar. Ya nos poníamos en contacto
con el resto de la
Chupipandi , nombre que nos otorgamos muy libremente, tras
haberlo bromeado Antonio días atrás. Acabamos cenando en el albergue unas
pizzas, tras una larga espera, trabajando en el blog que debíamos presentar al
día siguiente, el cual, sin la ayuda de nuestro maravilloso Rober, no habríamos
conseguido terminar. Aún lo recuerdo. Eran las 2 de la mañana del sábado.
Isidoro, se acercó a mí y me dijo… “Judith, te lo digo a ti, porque sé que eres
la más responsable… Intentar no acostaros más tarde de las tres… que mañana
será un duro día”. Siento decir que no cumplimos esa condición. El sueño era
una palabra, en la que a esas horas, no entraba en nuestro diccionario.
Comenzamos con un escondite, motivo por el cual, unos señores nos llamaron la
atención. Seguimos con un paseo por los jardines a la luz de la luna.
Terminamos en las sillas blancas cercanas a la fuente central de uno de los
jardines principales. Una noche, en la que los chistes no podían faltar. Casi
una hora riendo al unísono de los chistes que Fernando mejor contaba. Alguno
que otro de David, Clara, Antonio, Andrés... Pero el gran foco apuntaba al
pequeñín Fernando. La noche no acababa ahí. Continuamos, todos, cansados, y en
pijama, en la TV
room. Nuestro pequeño espacio, del que nos habíamos apoderado poco a poco. No
recuerdo mucho más, a excepción de los cotilleos que Antonio, Bea y yo
criticábamos esa noche, junto a las chuches que muy amablemente Antonio nos
ofreció.
Sábado por la mañana. Todos estábamos tristes porque
sabíamos que se acercaba aquel momento. Ese odioso momento en el que todos nos
tendríamos que despedir. En la que la Chupipandi se separaría para siempre. Pero antes…
Un desayuno de buenos días para abrir la mañana. Era el día de todos. Todos
nosotros teníamos una pequeña aportación para presentar nuestro trabajo en esos
tres días en Barcelona. Una presentación digna y sin problemas. Un blog
estupendo para la ocasión ideal. Todo marchó a la perfección. La vergüenza se
apoderó de nosotros al comenzar, pero supimos vencerla con tan solo hablar. La
hora de la comida cada vez estaba más cercana. Esto significaba la hora de
marchar. La hora en la que poco a poco iríamos desintegrándonos uno a uno.
Sofía fue la primera desafortunada. Ninguno la dejaba marchar. Íbamos a añorar
sus expresiones, sonrisas y esos comentarios de… “Qué pobre”.
Acudimos al comedor, donde presenciaríamos “nuestra última
comida” tal y como la escena de Jesús indica en su última cena. Así nos
sentimos todos y cada uno de nosotros.
Todo acababa y aquello era el final más digno que podía
existir.
Tal vez nunca volvamos a vernos las caras, Barcelona. Pero
yo sé que siempre tendrás las puertas abiertas para gente como nosotros. Gracias
por haberme dado tantas libertades y haberme permitido poder experimentar una
vez más la sensación de sentirme una verdadera periodista.
Para terminar, he de
agradecer a mis compañeros y amigos todo lo que han hecho por mí y lo
gratificante que ha sido de nuevo este viaje. ¿Qué tal un buen final?
Bea, qué te voy a decir. Eres mi mejor amiga, y una vez más
hemos podido ir a Barcelona juntas. No hay nada mejor que pueda pedir.
Clara, chica eres impresionante. Entraste a la conferencia
con tu vocecita dulce que asombró a todo el equipo, y saliste de ella con una
sonrisa de oreja a oreja. Tuve la suerte de entrevistaros, y luego conocerte
mejor. Echo de menos poder cotillear contigo. Nunca dejes de sonreír.
Libertad, te conocí en la entrevista, como digo. Al igual
que con Clara, contigo congenié muy bien. Me alegra haberte conocido. Ojala algún
día sea verdad que la Chupipandi vuelva a unirse.
Sofía, “¡Qué pobre!” ¡Ay
lo que me pude reír contigo en Barcelona! Con tus comentarios, y tu carita inocente.
Te conocí tras presentar tu revista. Aún nos recuerdo susurrando al final de la
sala, grabando la entrevista. Fue un bonito recuerdo. Aún tenemos el privilegio
de conservar tu pelota, firmada por todos nosotros, en nuestra sala. Tan
valiosa como cada uno de los momentos que vivimos allí todos unidos como una familia.
Andrés, que te conozco desde que somos unos micos, y que en
este viaje me lo he pasado genial contigo. Nos hemos reído hasta más no poder, e
incluso hemos contado con una telenovela en vivo y directo, de la cual tú eras
uno de los protagonistas.
Antonio, eres un chico increíble. Serías mayor, si… pero
tenías el corazón tan grande que supiste acogernos a todos con todo tu cariño.
Tus anécdotas, tu risa y tu maravilloso… HP! Grandes noches pasamos todos en la
TV room gracias al juego de la palabra prohibida. “Adverbio de negación” cambies
nunca.
Chema, cruzamos pocas palabras en aquel viaje pero te
portaste genial conmigo. Me caíste muy bien. Gracias por todo.
David, eres tú a quien le contaba mis problemas cuando era
pequeña. Me ayudaste y confiaste en mí en todo momento. Que sabes que siempre
me lo paso bien contigo. Tuve el honor de plancharte el flequillo y este año
nos hemos divertido bastante. Ojala pueda repetirse esto un año más.
Fernando, pequeñito por fuera pero un gran periodista,
compañero y amigo. La persona que cuenta los chistes mejor de lo que puedas
imaginar. Nunca cambies, vales mil.
Jorge, tienes un don. No sabría decirte cuál, pero nunca lo
pierdas. Eres una persona increíble. Aun recuerdo el taxi, con el señor que
escupía en el coche de al lado y el taxista majete. En este viaje me he reído
muchísimo contigo. Espero que tengas tanta suerte o más como nosotros, y seas
tan afortunado de poder ir, y seguir yendo con Fernando a Barcelona. De verdad
te lo digo, tenéis un gran futuro por delante, no lo estropeéis.
No creáis que me he olvidado de vosotros…
Gracias Isidoro, por millonésima vez. Por todo. Por lo que
haces por nosotros. Por conseguir lo mejor para los mejores. Por sorprender a
todos con tus innovaciones, experiencias e ideas de bombero. Gracias de verdad,
de corazón.
Y a ti, Rober. Que te
debemos mil. Por estar siempre disponible y atento a cualquiera de nosotros.
Por tu alabado ordenador, y tus increíbles manejos al teclado. ¿Por qué
mentirnos? Que sin ti, nada de lo que hicimos y presentamos allí habría sido
posible sin tu ayuda. Toda la maquetación de blogs, presentaciones y videos te
lo debemos a ti. Gracias de verdad, de corazón.
Aquí se despide una humilde redactora del Colegio Ramón y
Cajal.
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