¿No entiendes lo que pone?

sábado, 7 de abril de 2012

Las palabras siempre están ahí, para ayudar.

Quizás solo sean casualidades. ¿Pueden existir dos mundos paralelos dentro de una misma vida? Me explico. Días atrás, pude observar una cantidad inmensa de pequeños detalles que día a día no significan nada en absoluto, pero siempre permanecen constantes.  A veces, incluso el más mínimo detalle, es de suma importancia dentro de nosotros mismos.
Solo ha pasado un día. Ni si quiera eso. Para mí han transcurrido tan solo unas horas desde que abandoné el aeropuerto del Prat, allí en Barcelona. Y ya echo de menos a tanta gente…
¿Es posible querer a tantísima gente en tan poquito tiempo? Es irónico incluso.

Pocos días y tantos recuerdos. Tantísimas risas y lágrimas en un mismo momento. Todo y nada que decir a la vez. Recogidos en una simple ciudad. Nuestro gran recuerdo, Barcelona.
Primer día, futuros periodistas, redactores en el Murciélago, nos dirigíamos a la maravillosa y emblemática ciudad de Barcelona. Pusimos rumbo a la puerta de embarque, ya en la terminal. Estaba todo controlado. DNI y tarjeta de embarque, en mano de todos. Asientos asignados, y bolso de Bea controlado, a excepción de un último susto a causa de la falsa pérdida de su monedero, recuperado por Andrés.

Fin del trayecto. Habíamos llegado al aeropuerto del Prat, Barcelona. Todo era euforia, gritos y risas. Ansias de comprar ya los “Toffifees” de Bea, claro está. Llegamos al albergue, asignamos las habitaciones y deshicimos el equipaje. Más tarde, tras haber estado subiendo escaleras varias, las cuales no acababan nunca, tuvimos el privilegio de ir al Parque Güell. Al final mereció la pena tanto sufrimiento. Para mí, al igual que para los míos, es un gran y bonito recuerdo. Allí grabamos Frank de la jungla con la colaboración del auténtico Frank, (nuestro queridísimo Fernando), y su compañero Carlos, nuestro queridísimo David y el mismo Frank, según nuestro maravilloso cámara. Una tarde llena de sonrisas, fotos y ese irónico agradable sonidito que se escuchaba en todo el recinto sin olvidarse de ninguna de las zonas que maravillaban aquel lugar. 



Noche increíble en el Kentucky Fried Chicken. Una cena llena de risas, encantadores recuerdos y el maravilloso juego del “¿Qué preferirías…?”  Al llegar al albergue… gran experiencia la que tuvimos, planchando el pelo a los más galanes de nuestra redacción. El sueño desapareció. Todo eran risas, risas y más risas. Una acalorada noche a la luz de la luna.



Jueves, ansiosos de comenzar con las jornadas, bajamos a desayunar todos juntos. Lo recuerdo perfectamente. Cada uno con su bandeja correspondiente, y lo que su apetito le ordenase coger. Zumo, café o cola cao. Era como si a cada uno de nosotros se le hubiese asignado una función. Bea, su café. David, pendiente de los inocentes que pensaban que aún quedaba leche en las dos jarras que se habían agotado. Fernando, sus galletas. Jorge, sus zumos. Andrés, que siempre le sobraban las ganas de tomar pan. Y yo, que me habían ordenado traer las cucharillas de los más olvidadizos, comenzando por Bea, claro está.
La mañana no había hecho más que comenzar. 
Al igual que todo buen periodista, tuvimos que acudir a las jornadas realizadas en el congreso. Recoger información, estar pendiente a cualquier detalle de revistas ajenas, y escuchar largas experiencias de otros colegios al igual que las nuestras, fue nuestra labor durante esos tres días en Barcelona. Dimos paso a las entrevistas, a cada cual mejor. Isidoro escogía a los “afortunados” y de ahí, surgía la maravilla. Nuestra misión: “Dejar boquiabierto a cualquiera con nuestras mejores preguntas”. No fue muy difícil sabiendo la experiencia periodística que corre por nuestras venas, gracias a Isidoro, Roberto y las facilidades que presenta nuestro centro, claro está.

Todos necesitábamos reponer fuerzas ¿la mejor manera? Descanso para comer. Dos de nosotros, debían ir a por el primer y segundo plato. Encargándose a su vez, de que la botella estuviese presente y que todos tuviésemos para comer.

Dicho y hecho. Esa misma tarde, elegidos los representantes o ponentes de las jornadas, nos asignaron por grupos. Aun así, he de reconocer que nos saltamos un poco las normas, y todos congeniamos tantísimo que hicimos un solo grupo. Debíamos ir a visitar Barcelona, la maravillosa ciudad. Salimos del albergue. Cogimos asiento, situándonos todos en la parte trasera del autobús. En tan solo unos minutos logramos reírnos hasta más no poder. La vergüenza desapareció en tan solo unas palabras y risas. La visita comenzó. El recorrido era igual que el de otros años, solo lo cambiaba una cosa, nosotros. Hicimos que se convirtiese en un ameno y aventurero recorrido. La Sagrada Familia, la Casa Millá o el Mercado de la Boquería fueron algunos de nuestros destinos. Al oscurecerse todo el cielo que cubría Barcelona, decidimos tomar bocado. Los de “El Molino” decidieron regresar al Albergue, y aunque les echásemos en falta, nuestro apetito seguía pidiéndonos algo con lo que saciar el hambre. Bea, Clara, Libertad, Sofía, Andrés, Antonio, David, Chema, Fernando, Jorge y yo. 

Todos nosotros nos dirigimos a un pequeño pero acogedor lugar, donde nos sirvieron unos sabrosos aunque caros paninis para nuestros bolsillos. 
Creo y no me arriesgo si digo, que todos recordamos aquella noche a la perfección. Y no había hecho más que comenzar. Al regresar al albergue, acabamos jugando al escondite. Decidimos retroceder en el tiempo. Retroceder a cuando éramos tan solo unos críos. Cuando nuestra única preocupación era elegir un color con el que pintar. Después de todo aquello, decidimos subir a la TV room. Solo hacían falta, ganas, falta de sueño y unos cuantos amigos. ¿Lo imprescindible? Unas cartas. Creo que todos recordamos aquella noche, jugando al HP. Entre risas, palabras prohibidas e idioteces, acabamos la noche con una despedida calurosa, vestidos en pijama.

Viernes por la mañana. Mismo proceso que el día anterior. Tal vez, algo más cansados debido a la juerga de la noche anterior. Pero nada que unos buenos cereales y un café no pudiesen aliviar. Nos tocaba presentar nuestro nuevo proyecto. El periódico digital. La exposición se desencadenó a la perfección. Cada uno dijo su guion imaginario al pie de la letra. E Isidoro no habló más de la cuenta. Todo terminó con el as de nuestra redacción. Fernandito. El periodista más joven pero más valiente de todos nosotros, quien dejó a Pepe, entre otros muchos, boquiabierto con sus preguntas. Las jornadas habían finalizado. Entrevistas y más entrevistas. Pepe, fue el elegido número uno. Todas ellas, fueron grabadas y mostradas más tarde en nuestros blogs, realizados durante las mismas jornadas, por nuestro equipo de redacción y las revistas más colaboradoras durante esos tres días. Esa misma tarde, acudimos a la cadena ser, allí en Barcelona. Nos habían invitado en “La Ventana”,  como segundo año consecutivo. Hace un año, todos nosotros, fuimos a ver cómo participaba Roberto en uno de sus concursos, allí en el programa. Este año, la experiencia se repitió una vez más.

Con Fernandito, quien concursó y ganó. Y con David, quien fue interrogado por la auténtica Ienma Nierga, sobre Marilyn Monroe. Tras esa maravillosa estancia en la radio, acudimos al Dunkin Coffee tan rápido como sopla el viento. Debíamos continuar con la tradición. Habíamos prometido a nuestros compañeros y amigos Ignacio y Miguel Ángel, comprar una caja de donuts en su honor y tras haber degustado lentamente esa delicia prohibida, pudimos ir al Maremágnum una vez más. Fotos, risas y grandes anécdotas que contar. Ya nos poníamos en contacto con el resto de la Chupipandi, nombre que nos otorgamos muy libremente, tras haberlo bromeado Antonio días atrás. Acabamos cenando en el albergue unas pizzas, tras una larga espera, trabajando en el blog que debíamos presentar al día siguiente, el cual, sin la ayuda de nuestro maravilloso Rober, no habríamos conseguido terminar. Aún lo recuerdo. Eran las 2 de la mañana del sábado. Isidoro, se acercó a mí y me dijo… “Judith, te lo digo a ti, porque sé que eres la más responsable… Intentar no acostaros más tarde de las tres… que mañana será un duro día”. Siento decir que no cumplimos esa condición. El sueño era una palabra, en la que a esas horas, no entraba en nuestro diccionario. Comenzamos con un escondite, motivo por el cual, unos señores nos llamaron la atención. Seguimos con un paseo por los jardines a la luz de la luna. Terminamos en las sillas blancas cercanas a la fuente central de uno de los jardines principales. Una noche, en la que los chistes no podían faltar. Casi una hora riendo al unísono de los chistes que Fernando mejor contaba. Alguno que otro de David, Clara, Antonio, Andrés... Pero el gran foco apuntaba al pequeñín Fernando. La noche no acababa ahí. Continuamos, todos, cansados, y en pijama, en la TV room. Nuestro pequeño espacio, del que nos habíamos apoderado poco a poco. No recuerdo mucho más, a excepción de los cotilleos que Antonio, Bea y yo criticábamos esa noche, junto a las chuches que muy amablemente Antonio nos ofreció. 
Sábado por la mañana. Todos estábamos tristes porque sabíamos que se acercaba aquel momento. Ese odioso momento en el que todos nos tendríamos que despedir. En la que la Chupipandi se separaría para siempre. Pero antes… Un desayuno de buenos días para abrir la mañana. Era el día de todos. Todos nosotros teníamos una pequeña aportación para presentar nuestro trabajo en esos tres días en Barcelona. Una presentación digna y sin problemas. Un blog estupendo para la ocasión ideal. Todo marchó a la perfección. La vergüenza se apoderó de nosotros al comenzar, pero supimos vencerla con tan solo hablar. La hora de la comida cada vez estaba más cercana. Esto significaba la hora de marchar. La hora en la que poco a poco iríamos desintegrándonos uno a uno. Sofía fue la primera desafortunada. Ninguno la dejaba marchar. Íbamos a añorar sus expresiones, sonrisas y esos comentarios de… “Qué pobre”.
Acudimos al comedor, donde presenciaríamos “nuestra última comida” tal y como la escena de Jesús indica en su última cena. Así nos sentimos todos y cada uno de nosotros.
Todo acababa y aquello era el final más digno que podía existir.
Tal vez nunca volvamos a vernos las caras, Barcelona. Pero yo sé que siempre tendrás las puertas abiertas para gente como nosotros. Gracias por haberme dado tantas libertades y haberme permitido poder experimentar una vez más la sensación de sentirme una verdadera periodista.
 Para terminar, he de agradecer a mis compañeros y amigos todo lo que han hecho por mí y lo gratificante que ha sido de nuevo este viaje. ¿Qué tal un buen final?



Bea, qué te voy a decir. Eres mi mejor amiga, y una vez más hemos podido ir a Barcelona juntas. No hay nada mejor que pueda pedir.

Clara, chica eres impresionante. Entraste a la conferencia con tu vocecita dulce que asombró a todo el equipo, y saliste de ella con una sonrisa de oreja a oreja. Tuve la suerte de entrevistaros, y luego conocerte mejor. Echo de menos poder cotillear contigo. Nunca dejes de sonreír.

Libertad, te conocí en la entrevista, como digo. Al igual que con Clara, contigo congenié muy bien. Me alegra haberte conocido. Ojala algún día sea verdad que la Chupipandi vuelva a unirse.

Sofía, “¡Qué pobre!”  ¡Ay lo que me pude reír contigo en Barcelona! Con tus comentarios, y tu carita inocente. Te conocí tras presentar tu revista. Aún nos recuerdo susurrando al final de la sala, grabando la entrevista. Fue un bonito recuerdo. Aún tenemos el privilegio de conservar tu pelota, firmada por todos nosotros, en nuestra sala. Tan valiosa como cada uno de los momentos que vivimos allí todos unidos como una familia.  

Andrés, que te conozco desde que somos unos micos, y que en este viaje me lo he pasado genial contigo. Nos hemos reído hasta más no poder, e incluso hemos contado con una telenovela en vivo y directo, de la cual tú eras uno de los protagonistas.

Antonio, eres un chico increíble. Serías mayor, si… pero tenías el corazón tan grande que supiste acogernos a todos con todo tu cariño. Tus anécdotas, tu risa y tu maravilloso… HP! Grandes noches pasamos todos en la TV room gracias al juego de la palabra prohibida. “Adverbio de negación” cambies nunca.

Chema, cruzamos pocas palabras en aquel viaje pero te portaste genial conmigo. Me caíste muy bien. Gracias por todo.

David, eres tú a quien le contaba mis problemas cuando era pequeña. Me ayudaste y confiaste en mí en todo momento. Que sabes que siempre me lo paso bien contigo. Tuve el honor de plancharte el flequillo y este año nos hemos divertido bastante. Ojala pueda repetirse esto un año más.

Fernando, pequeñito por fuera pero un gran periodista, compañero y amigo. La persona que cuenta los chistes mejor de lo que puedas imaginar. Nunca cambies, vales mil.

Jorge, tienes un don. No sabría decirte cuál, pero nunca lo pierdas. Eres una persona increíble. Aun recuerdo el taxi, con el señor que escupía en el coche de al lado y el taxista majete. En este viaje me he reído muchísimo contigo. Espero que tengas tanta suerte o más como nosotros, y seas tan afortunado de poder ir, y seguir yendo con Fernando a Barcelona. De verdad te lo digo, tenéis un gran futuro por delante, no lo estropeéis.

No creáis que me he olvidado de vosotros…

Gracias Isidoro, por millonésima vez. Por todo. Por lo que haces por nosotros. Por conseguir lo mejor para los mejores. Por sorprender a todos con tus innovaciones, experiencias e ideas de bombero. Gracias de verdad, de corazón.

Y a ti,  Rober. Que te debemos mil. Por estar siempre disponible y atento a cualquiera de nosotros. Por tu alabado ordenador, y tus increíbles manejos al teclado. ¿Por qué mentirnos? Que sin ti, nada de lo que hicimos y presentamos allí habría sido posible sin tu ayuda. Toda la maquetación de blogs, presentaciones y videos te lo debemos a ti. Gracias de verdad, de corazón.

Aquí se despide una humilde redactora del Colegio Ramón y Cajal. 

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