Llevo
en el mismo colegio desde que tengo uso de razón. Y por mi vida han pasado
millones de personas que me han ofrecido una cantidad de cariño increíble.
Primero se empieza con lo típico, que si amiguitos de infantil, pandillas en el
cole, y muy buenos compañeros. Pero a medida que uno crece, se va dando cuenta
de que en realidad, cada uno de nosotros tenemos esos llamados “amigos de
verdad”. ¿Cómo es eso? ¿Que los demás no lo son? Quiero decir… esas personas
que tú eres consciente que tienes en cualquier momento difícil, que te ayudan
pero no se van en los recreos contigo, ¿no lo son? Pues es así. El título de
verdaderos se lo otorgan aquellos que permanecen a tu lado día y noche, truene
o nieve. Porque tú el día de mañana tienes un problema, y ellos son los
primeros que acuden a ti, para intentar calmarte, para buscar una solución, y para
más tarde, llevarla a cabo. Corriendo un tupido velo, volviendo a mi realidad,
puedo sentirme afortunada. Porque yo he sabido encontrar esos verdaderos amigos
que dicen que son únicos en este mundo. De hecho, han pasado los años y he
seguido contando con ellos y ellas para cualquier tema. En especial, quizás
sean solo cinco. Pero para mí son suficientes, ¿no dicen que se cuentan con los
dedos de una mano? Creo que no excedo el límite. Sí, he pasado largos años a su
lado, de los cuales no me arrepiento de ninguno. Creo que he sabido escoger
perfectamente. Eso, o soy demasiado afortunada por haberme encontrado con gente
como esa.
Pero lamentablemente siempre hay un final. Nadie dijo que esto fuera
eterno. En algún momento los caminos de cada uno, hacen separar a la gente.
Pero otras veces ocurre sin más. Llegas a un momento en el que decides no
seguir. Te planteas el por qué debes continuar. Nadie niega que haya pasado
buenos momentos, porque eso siempre quedará en el recuerdo. La cuestión
comienza a ser distinta.
¿Los años venideros han de llenarse como los
anteriores, o renovarlos con gente nueva, lugares diferentes, situaciones
cambiadas…?
Seguramente muchos de vosotros os preguntaréis que por qué me lo
replanteo si tan maravillosa he expuesto mi vida. Resulta que como muy bien he
dicho antes, a veces es cosa del destino. Tú no eliges cuándo dejar de ir con
alguien, o sí. Pero no sabes concretamente el por qué. Al menos yo. Así que he
decidido dejarme llevar. Creo que es la primera vez que no planeo mi vida.
Porque soy muy de organizar y esquematizar todo lo que pienso y hago. Pero esta
vez no será así. Simplemente dejaré que el tiempo lo cure. Teniendo mi
conciencia tranquila. Relajada ante cualquier problema que más tarde pueda
surgir. Porque la vida está hecha para disfrutarla. Y más si es en verano. ¿No
decían carpe diem? Pues que se note que he aprendido latín. ¡A vivir la vida!