Una noche que
cambiaría nuestras vidas. Esa mágica cena que nos valoraría oficialmente como
“los graduados en ESO”. Efectivamente, hablo de ese 21 de Junio de 2012.
Nuestro
recuerdo más preciado del ciclo. Un día que debemos guardar dentro de cada uno
de nosotros por y para siempre. Se podría considerar esa “gala” en la que cada
año, una nueva promoción logra eclipsar al profesorado e incluso a ellos mismos.
Y así fue.
Una acalorada
noche en el hotel Meliá Princesa, Madrid. Junto a todas aquellas personas con
las que tantos momentos hemos compartido. Que como muy bien dijo Sara “son con
todos aquellos con los que hemos vivido cada una de las etapas de nuestras
vidas, y con los que pasaremos las venideras”
Me alegra saber que he terminado estos cuatro años de secundaria al fin. Sabiendo que los he compartido con una cantidad inmensa de cariño ofrecido por cada uno de ellos.
Fue bonito el recuerdo que me lleve a casa de esa cena. Pero no solo se
quedó en aquel lugar, sino que la fiesta continuaba en el local, y más tarde en
el pinar, para poder acabar así, desayunando todos juntos antes de llegar al
colegio, como es tradición. Haciendo de nosotros, unos cualesquiera sí, pero
graduados.
Desgraciada o afortunadamente ya llega un final más.
Con el que podremos dar bienvenida a una nueva etapa.
Esa terrible historia que cuentan, ese mito llamado bachillerato.
Pero para eso aún queda un poquito.
Disfrutemos del verano, que ya habrá tiempo para quejarse en el próximo año, como ya es rutina.
Pero ¿qué sería de una graduación sin los numerosos recuerdos que en ella se conservan?
Esos profesores que tanto nos insistieron.
Esos que siempre nos han ayudado cuando hemos tenido algún problema, o simplemente no entendíamos algo.
Al contrario, siempre tienen felicidad para dar y regalar.
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